Los proverbios son frases cuyo enunciado es prácticamente una sentencia. Tal como están construídos, nadie se atreve a toserle a quien los pronuncia. Sin embargo, tal y como pasa en cualquier frase famosa, y puesto que las hay que se contradicen entre sí, tampoco deberíamos tomarlos con la seriedad con la que están construídos. Salomón escribió la colección más famosa: «Libro de los Proverbios».
Donde la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana.
La fortuna es un cristal; brilla, pero es frágil.
Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre.
Para aprender a rezar no hay como viajar por mar.
Con el tiempo aprendes que el amor no significa apoyarse en alguien y que la compañía no significa seguridad.
Las palabras son enanos, los ejemplos son gigantes.
Ten tu mano pronta para echarla al sombrero y tardía para meterla en el bolsillo.
Todos obedecen con gusto cuando el que manda es justo.
Muchas personas son como los relojes: indican una hora y tocan otra.
Fingir puede convertirse en realidad.
Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso.
Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
El hombre no puede saltar fuera de su sombra.
Mal acabará quien pretenda adentrarse en el futuro, ignorando lo que sucedió en el pasado, porque entonces no vivirá el presente.
Una gran ciudad es un gran desierto.
Donde la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana.
La fortuna es un cristal; brilla, pero es frágil.
Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre.
Para aprender a rezar no hay como viajar por mar.
Con el tiempo aprendes que el amor no significa apoyarse en alguien y que la compañía no significa seguridad.
Las palabras son enanos, los ejemplos son gigantes.
Ten tu mano pronta para echarla al sombrero y tardía para meterla en el bolsillo.
Todos obedecen con gusto cuando el que manda es justo.
Muchas personas son como los relojes: indican una hora y tocan otra.
Fingir puede convertirse en realidad.
Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso.
Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
El hombre no puede saltar fuera de su sombra.
Mal acabará quien pretenda adentrarse en el futuro, ignorando lo que sucedió en el pasado, porque entonces no vivirá el presente.
Una gran ciudad es un gran desierto.