La acumulación de emociones

Hay días en que todo sale mal.
Hay días que comienzan mal: me voy a trabajar y no encuentro las llaves, me aguanto. Bajo a la calle y me han puesto una multa, me aguanto. Hay una circulación horrible y llego tarde al trabajo, me aguanto. Mi jefe me recuerda que tengo retraso en mi trabajo, y me aguanto. De vuelta a casa el portero del edificio me dice que tengo una corbata muy divertida, y no me aguanto más, lo pongo tibio y me quedo divino.

Las malas emociones se acumulan.
Las emociones se acumulan como los cupones de ciertos supermercados, cuando tenemos bastantes tenemos derecho a un regalo, cuantos más hay, más importantes son los regalos. Cuanto más me aguanto más fuerte será mi respuesta. Lo malo es que acaban por pagar los que menos culpa tienen.

No deberíamos reprimir lo que sentimos.
Lo propio de una emoción es su liberación, una emoción sirve para algo, si la reprimimos la acumulamos hasta que la gota hace desbordar el vaso. Esto supone que mientras acumulamos guardamos una emoción inapropiada, estamos crispados, tristes o angustiados fuera de la circunstancia que puso en marcha esa emoción, fuera de contexto, y eso nos vuelve esclavos de esa emoción.

Lo ideal es no acumular; utilizar esa emoción en su contexto e intensidad apropiada, pero no guardar. De otro modo, porque todos tenemos límites, acabaremos por desbordar. Se dirá de nosotros que somos unos lunáticos.

Cambiar lo que sentimos.
Otro método, algo más largo, es cambiar lo que sentimos. Si es cierto que dos personas no sienten lo mismo ante una misma situación, también lo es que nuestras percepciones pueden cambiarse. Pero eso es otra historia.

Por ejemplo, si te cabreas cuando llegas a un hotel porque la cama hace cierto ruido cuando te mueves, invita a un niñó saharaui a esta misma habitación y pregúntale como se siente. Tal vez nos concentremos demasiado en lo que nos molesta en lugar de darle la vuelta a la mondea. Tal vez nos moleste un atasco de tráfico, pero podríamos aprovechar para escuchar nuestra música favorita o escuchar un audio libro y, posiblemente, el atasco se nos hará corto.

Si sabemos encontrar algo agradable donde antes ni nos lo habíamos planteado (nuestro jefe es un inútil, ¿por qué no hacemos un blog inspirándonos en él e inventamos un personaje?). Tal vez cuando pasemos al lado «observador» de la realidad en lugar de seguir sufriendo, no acumulemos tantas emociones negativas y nuestra vida salte a un nivel más agradable.

La sociedad: una fábrica de reprimidos.
Nuestra sociedad no facilita mucho la liberación de nuestras emociones, un pequeño enfado suscita fácilmente el comentario: no aguanta nada. De alguien que no se controla, se dirá que tiene un carácter débil o infantil. Pero la acumulación de emociones es malsana, la prueba es el hecho de que éstas acaban por afectar nuestro organismo. No es raro encontrar personas que acaban por tener problemas de piel, dolores de espalda, de estómago o problemas cardiacos por un exceso de emociones no expresadas.

Es preferible no tomarse demasiado en serio a las personas que manifiestan desbordamientos emocionales. Deberíamos ser conscientes de este fenómeno de acumulación. Si alguien manifiesta una emoción de manera excesiva o inapropiada, es ante todo porque las acumula, y no tenemos porque sentirnos culpables de su manera de actuar ni de sus desbordamientos.

A cada caso, la justa emoción.

 

FOTO: http://fleet-feet.deviantart.com/art/Anger-Management-214768680

Deja un comentario