Acoso moral, lo primero de todo: ¿cómo defenderse?

Acoso moral: antes de nada…

El acoso moral es una sutil arma utilizada para someter a una víctima previamente seleccionada. Es una herramienta muy versátil que se adapta a cualquier entorno: laboral, familiar, de pareja, grupos, y sectas. E incluso se practica utilizando Internet como canal. También lo practican los animales.

¿Derrotar al acosador?

Una vez detectado el acoso, asunto a veces nada fácil por las distorsiones que a menudo intervienen (como el amor de pareja, o la aplicación a granel de positivismo, por ejemplo), la primera reacción es intentar machacar al acosador, vencerlo, darle un escarmiento y apuntarse una victoria para resarcirse. Pero la misión no es tan fácil. Y, además, nada recomendable. Al intentarlo se inicia una partida con las cartas marcadas, en la que perder siempre le toca al mismo.

Nada puede reparar el daño

Aún dejando al agresor fuera de juego, o recibiendo una suculenta indemnización económica, el dolor causado, y ya no solamente a la víctima, sino a todo su entorno familiar, no podrá ser nunca compensado. Algunas víctimas de acoso terminan destrozadas síquica y físicamente. El daño ya está hecho y las secuelas pueden perdurar toda la vida. Aceptar esto es importante.

¿Cambiar al agresor?

Otra misión imposible es la de intentar que el agresor cambie su actitud. Si no es por las buenas, que sea por las malas. Pero esto tampoco se consigue porque, en primer lugar, es probable que no se sepa exactamente quien es el verdadero verdugo. Éste, además, cuenta con demasiados cómplices. Algunos son activos, colaborando directamente con el cerebro de la operación. Y otros son pasivos, como esos compañeros de trabajo que temen actuar para no recibir del mismo frasco, y se sienten protegidos mientras la fiera se entretiene devorando a otro ejemplar. El agresor no cambiará y hay que ser consciente de esa desventaja.

NOBULLING

Aceptar el sufrimiento

En una situación de acoso se pasa mal. No es un buen trago sino que escuece durante tiempo. Y también es mejor aceptarlo que luchar contra todos y contra uno mismo. Aceptar que se pasará mal, que hay que asimilarlo lo mejor posible, es mucho mejor que obstinarse en cambiar la realidad. Es muchísimo mejor.

Aceptar la impotencia

Las personas que han obtenido cierto nivel de éxito en la vida, y para las cuales la palabra imposible no existe en su diccionario personal, convencidas a pies juntillas de que la voluntad y la perseverancia todo lo pueden, son campo abonado para el terrorista moral. Son precisamente esa clase de personas las que gastarán mayores cantidades de energía dándose de cabeza contra un grueso muro. El agresor contemplará esos derroches y el progresivo debilitamiento de la víctima con auténtico deleite.

A veces hay que aceptar que el control está en manos de otros y que cada vez que se sonríe más de la cuenta se recibirá una descarga eléctrica. Y que no se puede hacer nada por evitarlo.

Si no se acepta una situación, la ira, el odio y una gran colección de emociones negativas se irán encargando de empeorar la situación, no sólo complaciendo al agresor, sino dándole motivos para patentar y perfeccionar sus técnicas, aumentar sus dosis y buscar nuevos candidatos.

El primer objetivo

El verdadero primer objetivo, ante una situación de acoso moral, es lograr que ésta afecte lo menos posible: sobrevivir. Lo primero es evitar, todo cuanto se sepa, cualquier emoción dañina como el miedo, la ira, el odio, o la depresión. Esto, que no es fácil, se consigue aceptando la situación y alimentando la autoestima, la asertividad y el perdón. Tampoco hay que «comerse el tarro» continuamente.

El miedo, el odio, la ira o la depresión son mecanismos de defensa ante una agresión, pero hacen actuar sin razonar. Y, ante una situación de desventaja, no hay que entregar la mejor (y tal vez única) arma disponible al enemigo: la inteligencia.

Si se consigue la despersonalización de la situación (como si actuáramos en una obra de teatro en la que un payaso hace de malo) se podrá llegar a un estado de inmunidad emocional: esa es la única meta a la que hay que intentar llegar. Al menos por el momento.

Porque luego hay que actuar, y dar una respuesta suficientemente analizada a los ataques, abriéndose a todas las opciones disponibles y analizando las ventajas y las desventajas (y las consecuencias) de cada una de ellas. Pero eso es un capítulo aparte.

 

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