¿A ti también te gusta regalar bombones amargos?

Envueltos con papel atractivo y ofrecidos con generosidad, los bombones amargos sientan como pólvora en las venas de quien los recibe por sorpresa.

Se trata de pequeñas frases que, de forma inconsciente, de forma totalmente premeditada, o incluso espontánea, hieren.

Es cierto que a veces salen y ni siquiera nos damos cuenta de que hemos herido, con nuestro dardo certero, a la persona que ha actuado de diana. Por ejemplo, los abuelos suelen (al menos los de mis hijas) alabar la inteligencia de una de las nietas frente a la otra (es decir, la otra es poco menos que tonta). Cosas tan aparentemente insignificantes como «tú estás demasiado delgada, en cambio tú estás más rellenita» es interpretado por la primera como un piropo mientras que por la segunda como una declaración oficial de obesidad.

Pero la mayoría de esos bombones están elaborados con mala uva, algunos tanto que ni el que los ofrece se molesta en envolverlos de forma atractiva:

– Tu hermano se conserva tan bien que cuando vais juntos pareces su padre. (Eres un viejo).

– Tu hijo es muy listo, ni siquiera parece tuyo. (De un padre tan tonto es imposible que salga un hijo así).

– Te quiero tanto, pero… ¿entiendes lo que te estoy diciendo? (¡Que demonios vas a entender…!).

– ¡Estar buena facilita el ascenso en tu empresa! (Te has acostado con el director).

– Este vestido te favorece: te hace menos gorda. (So foca hidráulica).

– Admiro tu actitud fenomenal, pero no lo entenderías. (Eres todavía más tonto)

– Estás muy bien para tu edad. (¿Dónde vas, abuelete?)

– Ese moreno tan fantástico disimula algo las arrugas y tu celulitis. (Eres un estropajo con patas)

– Tu madre sí que sabe hacer una buena paella. (Tampoco sirves para cocinar)

– Me ha encantado que no discutieras con él porque es muy inteligente. (más que tú, que tienes el cerebro de uso limitado).

– Con un régimen de un mes, verás como podrás ponerte el bikini (necesitas uno 8 tallas más grande).

Tanto si estos bomboncitos están hechos a drede como si no, no se consigue ningún beneficio para nadie, porque quien los recibe se queda con la pequeña herida y se pondrá a la defensiva cada vez que se tope con quien se los suministra por costumbre. Y éste, a la larga, recogerá el rechazo de los demás.

 

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