¿Sabes detectar a un manipulador?

La manipulación es un conjunto de técnicas que tienen como objetivo conseguir que otra persona haga lo que el manipulador ha concebido para ella y sin que el manipulado se de cuenta de sus intenciones. La manipulación suele ser recibida con agrado ya que el manipulador utiliza la seducción, la adulación, o incluso un desafío demasiado tentador como para ser rechazado.

Un manipulador, en general, es una persona que suele caer bien. Que lo sabe y utiliza sus encantos para lograr sus objetivos, los cuales los tiene muy claros. Suele usar técnicas camaleónicas para actuar y «sentir» como la víctima, para lograr así su empatía y simpatía, su confianza, para que crea que es una de las pocas personas que realmente la entienden. Por eso estudian a sus candidatos antes de entrar en acción.

Una vez seducida la víctima, se engrasa el armamento: el atractivo físico, la fuerza, las explosiones de ira (me voy a cabrear si no consigo tener eso que a ti te es tan fácil obtener), y abusa de las debilidades detectadas por la persona manipulada. Si ésta tiene miedo, por poner un caso, a ser despedida del trabajo, el manipulador podría sugerirle que trabajar unos cuantos festivos le haría ganar puntos (de paso, el «protector» se evitaría algunas tareas que le incordian).

Muchos manipuladores utilizan la tristeza, una enfermedad, un falso miedo, o incluso un derroche de falsa generosidad para conseguir que los otros les den la compañía que no les darían o colaboren respondiendo a esa generosidad enlatada. La abuela suele exagerar los síntomas de sus dolencias para conseguir que sus seres queridos le presten atención, para que estén con ella y por ella. Es una manipulación, un chantaje emocional difícil de evitar muchas veces.

El manipulador suele responsabilizar a los demás de los malos resultados obtenidos, de las circunstancias complicadas, de la situación familiar, laboral y social, si éstas no juegan a su favor. Su lenguaje es ambiguo, sin concretar. De este modo, siempre podrá alegar que el otro no ha entendido el mensaje. Y, de paso, nunca queda comprometido.

Algunos manipuladores tienen tal poder de seducción que sus propias víctimas se convierten en un ejército que lo defiende y potencia sus futuros ataques.

Todos somos algo manipuladores. Cuando hemos querido evitar una entrevista desagradable, podemos haber comunicado a todos lo mal que nos sentíamos. Sin que nadie esté completamente seguro de nuestras intenciones (pasar el trapo sucio a otra persona y evitar un marrón), hemos obligado a otros a hacer nuestro trabajo usando una cara penosa y nuestras técnicas más depuradas de interpretación. Eso es manipular.

Manipular es también utilizar las emociones para que otros no tengan más remedio que hacer lo que les sugerimos. En una ocasión, un vendedor de libros bastante agresivo me pregunto, cuando le dije que no me interesaba su enciclopedia, si realmente me importaba el futuro de mis hijas. Naturalmente, al detectar el intento de manipulación, le invité a cerrar la puerta por fuera.

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