Diferencia entre lástima y compasión

Déjame que te cuente un viejo chiste de Eugenio:

Un alemán, que iba con su mercedes a toda velocidad por la carretera de La Junquera, se topa de repente con un carro tirado por un caballo al que no puede esquivar y se lo lleva por delante. Se baja del mercedes y ve un panorama desolador. Ve al caballo sin poder moverse, y dice:

– Yo no poder ver sufrir caballo. – Y saca una pistola de su bolsillo y lo mata.

Unos metros más allá divisa a un perrito que solo podía mover la cola, con la mirada perdida. Y vuelve a exclamar:

– Yo no poder ver sufrir perrito. – Y le pega otro tiro y se lo carga.

Se da la vuelta y, mirando con la linterna hacia lo alto de un árbol, ve colgado de las ramas al payés que conducía el carro, perdiendo sangre, con un brazo y una pierna rotos, con la cara amoratada, un ojo sin poder abrirlo, y heridas por todo el cuerpo. Antes de que el alemán dijera nada, el payés aclara:

– Parece mentira, pero ¡no me he hecho nada!

Pues bien, esta historia nos servirá para ilustrar la diferencia entre compasión y lástima, dos conceptos que parecen lo mismo. Incluso si echamos un vistazo a las definiciones de ambas palabras en el diccionario de la Real Academia Española, veremos que las iguala: la compasión se define como un sentimiento de lástima hacia quien está sufriendo. A la lástima lo describe como un sentimiento de compasión.

Hay una película que se titula «Arsénico por compasión». «Arsénico por lástima» sonaría mal. Ya San Pablo decía que la compasión era «reír con los que ríen y llorar con los que lloran». La diferencia entre ambos sentimientos no es nada sutil.

LA LÁSTIMA ES UN SENTIMIENTO PASIVO Y NEGATIVO
Es una emoción desagradable (esta diría que es la palabra exacta para definir el sentimiento) que se experimenta cuando se ve sufrir a alguien. Puedes sentir lástima cuando por la tele ves a unos niños desnutridos buscando basura en las afueras de una gran ciudad. A veces, es tan molesto que cambiamos de canal: ¡pobrecicos! Porque la lástima es un cóctel de sentimientos negativos que se disparan tanto hacia quien está sufriendo como hacia uno mismo.

De hecho, es una oculta sensación de superioridad hacia esas personas que están pasándolo mal. No es dolor, sino molestia: ¿cómo se les ocurre a los de la tele hacerme pasar ese mal rato? Es, al final, soberbia en estado puro porque uno ni siquiera piensa que merece pasar las mismas penurias que los receptores de esa lástima, una lástima que tan bondadosa nos parece a primera instancia.

Y es alivio porque, en el fondo, nos alegramos de no ser nosotros quienes vivimos en medio de un tórrido desierto sin tener, un día más, nada que darles a nuestros hijos. Aunque si estuviéramos al otro lado, nos parecería imposible, inaceptable, inmisericorde y muchas más cosas, que nadie moviera un dedo para sacarnos de una situación que calificaríamos de inhumana.

Sentir lástima es tener miedo a que nos contaminen con dolores, enfermedades y penurias. Es ganas de cerrar los ojos para evitar una realidad de mal gusto. Tanto que no merecemos pasar por el mal trago de ver esas cosas. Con lo tranquilos que estamos en el sofá viendo la tertulia de los incompetentes de siempre. Aunque, a fuerza de tanto dolor en el mundo, uno acaba ya por ni siquiera sentir lástima. Lo cual no sé si es mejor o peor.

Al final, sentir lástima es un orgulloso complejo de superioridad causado por la falta de compasión hacia uno mismo.

LA COMPASIÓN ES ACCIÓN POSITIVA
Sentir compasión es compartir el dolor con quien lo sufre, es ponerse al mismo nivel, es emanar comprensión, amor, quedarse en mangas de camisa por cubrir a quien se está muriendo de frío sobre la nieve. La compasión significa ponerse en la piel del otro, demostrarle que realmente se está haciendo todo lo posible para salir de la situación y, mientras, ofrecerle calidez, y toda la generosidad del mundo.

La compasión es acción: se hace algo para eliminar, mitigar, compartir, combatir (o al menos intentarlo) el sufrimiento de alguien. El arsénico se pide por compasión: alguien tiene que hacer la acción de suministrar el veneno que aliviará el dolor cuando ya se han descartado todas las alternativas posibles. Y alguien tiene que comprender y estar convencido de que él también preferiría esta opción si se encontrara en el lugar del otro. Es decirle al otro que estás con él a las duras y a las maduras.

No hay superioridad, no hay orgullo, no hay miedo a contaminarse, no se siente alivio por no ser uno el que no sufre sino que uno preferiría sentir el dolor a medias para que el otro pudiera recuperar fuerzas.

El sufrimiento, puede tener origen físico o mental. Se puede estar sufriendo durante meses por una enfermedad. O se puede sufrir mucho si se es extremadamente celoso. Lo malo es que un dolor mental afecta al cuerpo, y un dolor en el cuerpo hace que la mente no pueda permanecer en calma. La incertidumbre y el miedo son unas de las principales causas que castigan la mente. La imaginación puede ser el enemigo más cruel.
La compasión puede empezar por uno mismo. Todo sufrimiento que podamos eliminar nos acercará al bienestar que nos merecemos. Tenerse lástima y contagiar esa emoción a los que nos rodean no es más que una actitud pobre. Hay que pasar a la acción, buscar la solución, comprenderse y ayudarse uno mismo. Hasta zanjar el tema si es posible o buscar la forma de adaptarse.

Te animo a que practiques más a menudo la compasión. Dicho así suena a ñoño, a blandengue. Pero si te encuentras con un dolor, propio o ajeno, y encuentras la forma de colaborar en que desaparezca, habrás hecho uno de los mejores regalos que puede recibir una persona. A veces, cuando no se sabe curar, cuando no se sabe ayudar al otro a salir de la situación basta con decir «tranquilo, estoy aquí contigo y no me iré hasta que encontremos la forma de salir de esto y si yo no te puedo ayudar, buscaré a alguien que pueda».

Sentir lástima hacia los demás es un sentimiento, como hemos comentado, negativo. Pero sentirla hacia uno mismo y pregonarlo, es mucho peor. Actualicemos nuestro «programa mental» y pasemos a lo positivo y creativo.

Por cierto, ahora ya no sé si el alemán actuó con el perro y el caballo por lástima (le molestaba la escena) o por compasión (quería acabar con un sufrimiento inútil). ¿Qué opinas? No le des muchas vueltas, tan sólo es un chiste.

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