Selfies Mortales

Morir haciendo un selfie

Lo más osado del mundo mundial. Con el objetivo de ser el más original y osado del mundo mundial, de conseguir la foto imposible, irrepetible, la que nadie se planteará siquiera plagiar, la que colapsará nuestro muro con miles de “me gusta”, «me encanta» y «me derrito»… los hay que están dispuestos a dejarse la vida en el intento. Y algunos acaban consiguiéndolo.

Morir haciéndote un selfie

Una docena de muertes al año. Efectivamente, cada año mueren alrededor de una docena de incautos haciéndose el selfie soñado. Si la foto sale, acaba siendo memorable y póstuma. Es la última del carrete. Y si no sale, han entregado su vida para nada, por un inconsciente intento de deslumbrar al mundo que acaban de abandonar. Ya no podrán volver a disfrutar de su palito. Y lo que comenzó con unas risas incontenibles y contagiosas, acabó en un llanto desconsolado de los amigos y familiares.

Caídas, atropellos, animales y rayos. Para mostrar al mundo su osadía, muchos se hacen la foto al filo de un acantilado, en la vía del tren, perseguidos por un toro o con un gran oso detrás. Y, claro, con la mente puesta en el encuadre y en el momento exacto, el placer del momento se transforma en gloria divina y se pierde la noción del tiempo y del espacio. Un pasito atrás puede resultar mortal. Quedarse quieto, también. Por un segundo, los cuernos del toro entran por detrás y salen por delante. Y por otro letal segundo, el tren pasa por encima. Algunos han utilizado el palo de selfie a modo de eficaz pararrayos y se han ido al otro barrio llenos de energía.

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No se habla de los heridos. Normalmente sólo se habla de las muertes, como en los accidentes de tráfico. Pero el caso es que hay muchos fotógrafos de fin de semana que acaban en el hospital de la manera más tonta. Un caso curioso es el de 5 personas que estaban haciendose un selfie en un balcón de un tercer piso en Sitges: la baranda cedió y acabaron la fiesta en la acera. Aunque el grupo más numeroso de inconscientes lo forman los que se hacen el selfie de espaldas a un toro, por ejemplo, o posando frente a un oso en el zoo.

Normas protectoras. Debido al cortocircuito cerebral que algunos sufren de vez en cuando, se van prohibiendo los selfies en los lugares en los que puede resultar peligroso o incluso mortal. Por ejemplo, en la fiesta de Los Sanfermines no se permite sacar el palito mientras los toros andan furiosos por la calle. Tampoco en algunos zoos, en los que algún oso ha querido posar comiéndose al fotógrafo. Ni tampoco en el Tour, para evitar las caídas de los ciclistas que los más iluminados han provocado.

La pérdida de la noción del tiempo y del espacio, mata. Seamos todos un poquito más sensatos, porque el cementerio está lleno de valientes, de listillos, y de quienes han alardeado de su falsa superioridad. Cuando estamos pendientes de cómo va a quedar la foto, no percibimos que un coche nos está alcanzando. Y si apenas somos capaces de correr más rápido que un toro, sacar una cámara colgada de un palo y enfocar la escena puede costarnos los años que nos queden por vivir.

 

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