Esas pequeñas cosas

Sólo cuando ya no quedan a nuestro alcance, se valoran esas pequeñas cosas a las que no hacemos el menor caso cuando se muestran demasiado asequibles. A temprana edad arrinconábamos nuestros juguetes mientras lo hubiésemos dado todo por un palo en manos de ese niñato sonriente que venía parvulario.

En una playa nudista, los ojos masculinos irán automáticamente detrás de una chica en minifalda con la esperanza de que una ráfaga de viento muestre fugazmente las formas escondidas.

Está claro que no solemos apreciar lo que tenemos ni lo que se consigue de forma fácil. Debe ser un pequeño «bug» mental que no tiene ningún parche como lo tienen los fallos de programación de Windows.
La vida moderna nos atrae a sus «encantos» con demasiada facilidad. Y nos roba un precioso tiempo que no aporta, en la mayoría de las ocasiones, absolutamente nada. Tal es el caso de las penosas tertulias de famosetes que propagan sus malos modos y su ignorancia para deleite de millones de espectadores. O Internet, que nos va incitando a mirar una nueva página y a olvidarnos de la que buscábamos en un principio.

Como decía Serrat,
«Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.»

Porque, mientras nos gastamos miles de euros para visitar una playa exótica, ni siquiera nos hemos planteado disfrutar de la playa que tenemos a unos pocos kilómetros y que, por otro lado, es muy visitada por los que viven lejos de ella.

Un paseo, la lectura de un libro, la charla con un viejo amigo, una tarde de cine con palomitas, un baño en la piscina, las ocurrencias de un niño, etc., cada cual con sus preferencias. Pero seguro que aplazamos esos pequeños placeres con la escusa de que no tenemos tiempo o de que tal vez mañana sea mejor que hoy.

No estaría mal hacer un pequeño inventario de esos detalles con los cuales seríamos felices si nos los quitaran y los volviésemos a recuperar. La felicidad no está compuesta por los grandes logros sino por la suma de pequeños momentos. Y éstos, para la gran mayoría, no son tan difíciles de conseguir: están ahí, esperando a que te dignes a valorarlos como se merecen.

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