Cómo defenderse del Sarcasmo

Tal pienses que para manejar el sarcasmo con soltura uno debe ser ingenioso. Nada más lejos de la realidad: ser sarcástico está al alcance de cualquier imbécil. Cualquier tonto es capaz de crear chistes malos sobre el mínimo defecto de otra persona. De hecho, son los más cortitos los que más sarcasmo usan. El truco es muy sencillo: basta con ridiculizar los puntos débiles de la víctima elegida. A veces ni tan siquiera eso; con inventarlos o suponerlos suele ser suficiente: «¿es bueno el director en la cama?».

HUMOR MALINTENCIONADO
Este «humor», sobre todo si se utiliza ante más personas y con frecuencia, es mal intencionado. El origen de los ataques sarcásticos concentrados sobre una sola persona suele ser una insana acumulación de sentimientos reprimidos derivados de la envidia, de la frustracion personal, o de un incurable complejo de inferioridad. Una persona mentalmente sana jamás atacará a un inferior, ni hallará complacencia al ponerlo en ridículo ante los demás.

El sarcasmo se utiliza para herir al receptor. A los ataques suelen acompañarles las risitas de los asistentes al show, junto con alguna apreciación espontánea que complementa los efectos perseguidos. Los que ríen actúan como cómplices del graciosillo de turno, seguramente porque se sienten aliviados al mantenerse a salvo de de las balas que se disparan. Seguramente porque su inteligencia limitada prefiere lo chavacano a lo brillante. Nadie realmente inteligente se encontrará cómodo viendo como un imbécil intenta humillar a otra persona en público.

El sarcasmo no es otra cosa que una primitiva técnica de manipulación y de dominio que utilizan las personas que no tienen la suficiente brillantez intelectual como para exponer su ideas de otro modo. Además, la víctima otorga un poder al sarcástico proporcional a su reacción. Cuánta más contrariedad demuestre, más raciones recibirá.

CÓMO DEFENDERSE DEL SARCASMO
Indiferencia. Ante los ataques sarcásticos cabe la opción de permanecer impasible. El manipulador espera que la víctima se enfurezca, se sienta dolida, se avergüence, etc. Pero si no encuentra ninguna de las reacciones que salen en su catálogo, se quedará confundido y, al final, no tendrá ningún aliciente para continuar. Es posible que se sienta más tonto de lo que en realidad es.

Interrogatorio. Otra opción es preguntarle directamente el motivo de su manera de actuar. Es decir, preguntarle si lo que pretende es causar dolor o hacerse el gracioso, aclarándole que no está consiguiendo ninguna de las dos cosas. Y profundizar en el tema, porque si quiere causar dolor es que tiene resentimientos y es, en definitiva un amargado. Y si quiere ser gracioso podría apuntarse al club de la comedia y sacar provecho de su insuperable talento. Naturalmente, el sarcástico profesional no tendrá una respuesta coherente a mano y tal vez decida buscarse otra víctima. Es obvio que si recibe un contraataque contundente cada vez que intenta burlarse de alguien, se lo pensará dos veces.

Con más sarcasmo. Una tercera opción es darle a probar su propia medicina. Y es que nadie está libre de defectos. Si el sarcástico encuentra una inagotable fuente de inspiración en una brillante calva, es posible que éste sea un enano, medio analfabeto, con pintas de sexualidad poco definida (ahora estaré siendo algo sarcástico) o tan perfecto como para saludarle con un «buenos días, doña perfección, ¿has dado el consejo del día a todos los dioses del universo mundial?». O podrías decirle: «la sutileza de tu sentido del humor me recuerda a los momentos más brillantes de Woddy Allen», aunque no lo entendería. Si encuentra incomodidad cada vez que lance un ataque, le convendrá abstenerse.

Pregúntale por su infancia y ofrécele ayuda. Es casi seguro que la vida no le ha sido fácil y que lo han tratado igual que trata. Todas las personas son una consecuencia de sus experiencias. Y si una persona tiene que recurrir a hacer daño a otra por unas tristes, cobardes y cómplices sonrisas, su vida no es de lo más enriquecedora que se pueda encontrar.

Aléjate. Desde luego, este tipo de personas, las que tienen que recurrir a la humillación pública de sus «amigos», compañeros o familiares, no te aportarán absolutamente nada. Así que puedes advertirle claramente que no vas a tolerar ni un solo signo más de su estupidez. Si no hace ni caso, corta por lo sano y dedícate a conocer a personas sensatas. De imbéciles está plagado el mundo y lo ideal es que se entiendan entre ellos.

A veces no es fácil. Claro que, a veces, no es tan sencillo. Sobre todo cuando el autor de unos comentarios tan «ingeniosos» es la persona que puede decidir si te renueva o no el contrato de trabajo, o un gran cliente que se aprovecha de su posición para desahogar sus penas con su proveedor. Aún así, tu mundo no debería depender de una sola persona.

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